lunes, 19 de mayo de 2014

TTour 2013: Tourist Trophy. Isla de Man (V)

 
Mi séptimo día en Man amaneció soleado. Iba a ser un día largo, con muchas cosas que hacer, incluida una mudanza. Es por ello que madrugué y fui uno de los primeros achicharrados del camping en vestirme la cordura y poner rumbo a La Montaña. Procurando no pasarme ni una milla del límite de velocidad, en Sulby vi cómo le ponían una receta a otro motard. “Estos cabrones también madrugan”, pensé. Al día siguiente comenzaba la semana de carreras y estaba claro que habían incrementado la plantilla de policías escondidos con sus magnums tras las esquinas. Podía verse el símbolo de la libra en sus ojos… Al llegar a May Hill de nuevo me encontré el tramo cerrado. Después de casi cuarenta minutos de espera decidí irme. Allí dejé a muchos carbonillas que acababan de desembarcar, aún con los bártulos cogidos con pulpos al colín, con la mirada tensa, fumando, deseando sentirse TT riders.
 

Por fortuna ya lo había experimentado varias veces en esa semana, así que la decepción no duró mucho. Tal y como había quedado días atrás le dejé la Mille a Paul Dedman justo cuando abría el negocio. Igual que la otra vez, desayuné frente al lago mientras veía a los chavales de la escuela de vela, esta vez entrenando maniobras con los kayaks. A la hora fijada volví y me encontré con mi querida RSV con neumático trasero y cadena de transmisión nuevos. Las autovías inglesas y la carga habían conseguido adelantar mis planes de sustituirlos en Irlanda o Francia, pero volvía a tener a mi compañera a punto. Para quitar la cera del donut intenté de nuevo hacer La Montaña pero continuaba cerrada. Esta vez no esperé más de cinco minutos para regresar a Douglas por la A2. Había que recoger el campamento.
 
 
No creeríais la cantidad de compañeros que vi padeciendo esa plaga que me había afectado a mí un par de días antes, siempre en las zonas de límite de treinta millas por hora. Una vez en el TT Camping comí algo y recogí todos los trastos. Pero antes de desmontar la tienda tocó ir a los tribunales. Allí me reencontré con un amigo y la verdad es que nos echamos unas risas con la situación. Él entró antes que yo y me dejó a la policía judicial calentita. Cuando la mujer vio que el siguiente era otro español suspiró y farfulló algo que la intérprete no me quiso decir. Una vez que me dejaron cristalino que la multa no se iba a anular, cambié mi estrategia e intenté dar pena contándoles que era un motoflauta y que viajaba con el dinero justo, cosa que tampoco era mentira. Negué por tres veces tener tarjeta de crédito. Les dije que sólo me quedaban sesenta libras hasta la noche del lunes, cuando embarcaría a Irlanda. Ante sus preguntas de cómo iba a hacer para cubrir mis gastos de vuelta, les dije que allí me esperaba un amigo que me debía dinero… Así era, visitaría a un amigo en Galway, pero ni mucho menos me debía nada.
 
 
Trescientas treinta y tres libras me costaba el despiste. No era poca la broma como para no andarles mendigando. Finalmente, a pesar de que el pago mínimo como depósito para zanjar momentáneamente la cuestión era de cincuenta libras, al apuntarles que necesitaría comer algo durante el fin de semana, me dejaron irme por veinticinco. La táctica real de decirles lo mucho que lo sentía, que me había equivocado y que no volvería a ocurrir, surtió efecto. Tal y como me espetaron me han enviado cartas con el método de pago. Pero sin la intérprete no termino de entenderlas… Sigo siendo un proscrito en Man. Mientras caminaba por los pasillos, disimulando con dificultad mi sonrisa, pensé que quizá les había caído bien a las hadas de Fairy Bridge y, tal y como les había pedido, me habían echado un cable. Con buen humor y ganas de tomarme una pinta abandoné para siempre esos tribunales.
 
 
Desmonté la tienda y cargué la Mille, cosa que se me hizo rara después de varios días yendo de vacío. Por enésima vez iba con el tiempo justo. Debía llegar al nuevo camping en Ballaugh antes de que cortasen la carretera. Fue una sensación divertida rodar el tramo de Douglas a Hillberry con esas gradas, tan llenas como mis alforjas, jaleando y los policías haciendo señales para que pasase rápido. Como cambiaba la película cuando querían despejar el trazado. Allí tomé unas carreteras interiores al circuito que me conectaron con la West Baldwin Road. Una auténtica pasada de caminos, con asfalto malo y bacheado pero con un paisaje acojonante, con bosques y lago incluidos. La ausencia de nubes me permitió divisar desde una de las zonas altas el que sería mi siguiente destino, Irlanda.
 
 
Cuando llegué a la A3 ya estaban colocando las vallas para cerrar los accesos. Me dejaron pasar porque Ballaugh Bridge estaba a menos de quinientos metros y por allí se entraba al camping. Por los pelos. La mudanza se debía simplemente a que, al reservarlo tarde (dos meses antes…), en el TT Camping sólo tenían plaza durante esa semana de entrenos. Así que para el resto de días reservé en el Ballamoar Campsite. Se trata de una gran parcela en la que han instalado distintas casetas para los servicios y poco más. El dueño es muy amable, se respira buen ambiente, está a dos minutos andando del famoso puente del salto, un supermercado y el pub The Raven, pero no puedo recomendarlo por una sencilla razón, no tuve agua caliente ni un sólo día. Y os aseguro que, con el frío que hace por las noches, es una putada no poder ducharte en condiciones por la mañana. Un día lo hice con el agua helada y tarde horas en volver a sentir que tenía huevos. Como conguitos se quedaron. Aun así, lo pasé bien allí. Seguramente fue algo puntual, pero no creo que me vuelva a arriesgar cuando regrese.



Mientras montaba la tienda a toda prisa llegaron mis vecinos. Un hombre mayorcete, que se daba un aire a Joey Dunlop, y su hijo. Dormían en un gran furgón blanco en el que no les faltaba de nada. No era su primer TT. Enseguida se ofrecieron a hincharme la colchoneta con su compresor. Estaba encantado, eran de esas personas cordiales, con la mirada limpia y amable. Les recuerdo con gran cariño. Cuando me instalé me fui corriendo a ver los entrenamientos de los sidecares al puente, a ver si veía algún salto guapo, pero había tanta gente que fue imposible hacerse un hueco para ver decentemente el espectáculo. Cuando estaba empezando a agobiarme un poco vi un trasiego de gente entrar y salir por una puerta. Estaba salvado, era la entrada trasera a The Raven. Me pedí la pinta con la que soñaba hacía horas y me instalé en la terraza a disfrutar de los movimientos de los copilotos sobre los sides.


Al rato sacaron bandera roja. Por suerte era por un incendio en una casa y no por un accidente. Como no sabía cuánto tardarían en reanudar los entrenos me volví al camping a terminar de acomodarme. Media hora después se acercó mi vecino inglés y me dijo que los entrenamientos estaban a punto de continuar, que conocían un buen sitio para verlos y que me fuese con ellos. Imposible negarse a semejante ofrecimiento, y más si te lo hace un sexagenario con los ojos henchidos de pasión por la velocidad. Saltamos la valla trasera del camping que daba a otra finca con caballos, llegamos a un granero y tomamos un camino que conducía a la carretera principal. Una vez allí nos subimos a un muro y esperamos. Os juro que pocas cosas me han impresionado tanto en mi vida como sentir a los TT riders a un metro de mi cara pasando a más de doscientos cuarenta kilómetros por hora. No podía parar de sonreir.
 

Las sensaciones eran bestiales. Los veías aparecer de repente tras la esquina de una casa y alejarse como si debieran dinero por la recta de Ballacrye. Cuando pasó la primera moto miré agradecido a ese buen hombre que me había conducido a semejante palco. Estaba observándome con una gran sonrisa, disfrutando con mi reacción, satisfecho por compartir aquel lugar conmigo. Una vez más me sentí el hombre más afortunado del mundo. Por estar allí, cumpliendo mi sueño, y por conocer a gente tan generosa y entrañable por el camino. De todos los lugares espectaculares del Mountain Course para ver volar bajo a los pilotos, este siempre será especial para mí.
 
Fue muy curioso y chocante ver pasar a las motos eléctricas emitiendo un leve zumbido, similar a las vainas de Star Wars, después de las superbikes y las supersport y su ensordecedor sonido. Las más punteras pasan bastante rápido, pero las demás se notan mucho más "lentas" en comparación con las de gasolina. Pero son el futuro, habrá que ir acostumbrándose. Al terminar los entrenos me fui al supermercado a comprar los víveres para esos días. No tuve más remedio que hacerme con un pack de Carling fresquitas. Pero como la temperatura existente no iba a hacer que se calentasen, cuando solté las viandas en la tienda me dirigí a The Raven a gozar del incomparable ambiente. Había sido un completo y gran día.


El TTour en Nostromoción:
   · I) Comenzando a soñar.
   · II) Inglaterra & Escocia.
   · III) Escocia.
   · IV) Escocia & Inglaterra.
   · V) Tourist Trophy. Isla de Man (I).
   · VI) Tourist Trophy. Isla de Man (II).
   · VII) Tourist Trophy. Isla de Man (III).
   · VIII) Tourist Trophy. Isla de Man (IV).
   ···
   · X) Tourist Trophy. Isla de Man (VI).

 

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