domingo, 21 de octubre de 2012

15S3C: Asilvestrados, Año Cero


El pasado 15 de septiembre, en la localidad madrileña de Tres Cantos, se produjo un acontecimiento bastante insólito. Centenares de personas, pata negra todas, se reunieron para dar la bienvenida y conocer a un curioso personaje. Curioso, entrañable, auténtico, culto, sensible, valiente… y creo que ante todo, buena gente. No era otro que Miquel Silvestre. Escritor, motard y aventurero que recién terminada su Ruta de los Exploradores Olvidados (REO), quiso saludar y abrazar a todos los amigos que de una forma u otra hemos seguido y apoyado sus andanzas por todo el globo.


Hay que decir que la REO no ha sido un viaje/aventura en moto más. Vaya por delante que ninguno lo es. Para mí todos los viajes en moto son especiales, incluso los que duran unas pocas horas o recorren unas decenas de kilómetros. Y esto probablemente sólo lo entienda quien realmente siente de verdad lo que es montar en moto. Pero el viaje de Miquel ha sido singular, pionero. Ha seguido los pasos de figuras históricas como Pedro Páez, San Francisco Javier o Magallanes. Él y su moto, Atrevida, han viajado por cuatro continentes. Ha sido el primer español en llegar en moto a Filipinas. Y gracias a las redes sociales, muchos hemos seguido su periplo prácticamente en directo, creándose además, en torno a su figura, una comunidad de gente realmente cojonuda.

 
Entre varios amigos de la red, entre ellos el recordado Juan Carlos Nokalkorretant, y con todo el cariño, se le organizó el evento de Tres Cantos. Habría recibimiento, charla, firma de libros, venta de camisetas, reunión de amigos y… abrazos y cerveza. Muchos abrazos y mucha cerveza. Así pues, ya que últimamente me he vuelto más sensiblón y gasto mucha sed, me dispuse a pasar un fin de semana cargado de buen rollo.

Los días previos no paraba de mirar los partes meteorológicos… no tenía ganas de lluvia teniendo en cuenta la mierda de tienda de campaña que llevaba, reciclada de un Gran Premio en Jerez, donde debí dejarla. Pero estamos en crisis y hay que aprovecharlo todo. Por suerte el buen tiempo nos acompañó durante el fin de semana.





El evento oficial era el sábado 15, pero un buen puñado de asilvestrados impacientes nos plantamos allí el viernes. Había muchas ganas de ponerle cara a los nicks y de brindar con gente con la que hacía meses que interactuabas en la red.

Así pues, el viernes bien temprano puse rumbo a Sevilla a recoger a una compi con la que iba a subir a Madrid. El viaje transcurrió sin mucha historia, todo por autovía, o sea, un aburrimiento. Tras perdernos un poco al acercarnos a Madrid (ejem, por culpa mía) por fin llegamos a Leganés, donde nos esperaban los primeros asilvestrados y cerveza fresquita. Y… ¡coño! Empiezas a dar abrazos, a charlar y a conocer al personal, y de repente te das cuenta que tienes en la cara una sonrisa de oreja a oreja que hacía tiempo que no tenías.


Antes de ir al camping pasamos por el cuartel general de operaciones en Tres Cantos, el Horno Desirée, propiedad de un asilvestrado, que se portó de maravilla por cierto. Más gente cojonuda, más cervezas, más charla y uno cada vez más a gusto. Pero había que irse antes de que la ingesta de birra se hiciese ilegal y se fuese la luz. El camping La Fresneda estaba a unos 20 kilómetros. Después de montar el amago de tienda me di una duchita reparadora, que tras 14 horas con el mono de cuero puesto me sentó de maravilla. Miento, lo realmente reparador fue tomarme una pinta bien fresquita. A partir de ahí comenzó una noche realmente divertida.

Creo que la terraza del bar de un camping nunca estuvo tan animada. Literalmente era nuestra. En las mesas había de todo, empanada gallega, gambones de Huelva, butifarra catalana y vinos de todas partes del país. Y venga buen rollo. Algunos hasta venían con pelucas. Acojonante. No conocía a nadie hasta ese día y, joder, me lo estaba pasando como si fuesen mis colegas de toda la vida… Risas y más risas. Allí había algo más que una exaltación etílica de la amistad. Allí había un gran sentimiento de unidad. Estoy seguro que esa noche se fraguaron muchas amistades para toda la vida.


Entre pinta y pinta llegó el momento en que nos echaron. Había que cerrar el bar, aunque, no sé, sospecho que nuestra incapacidad para controlar el nivel de decibelios fue la causa real. Pero no había problema, teníamos la jaima de los compis gaditanos. Eso sí que era una tienda de campaña de verdad, con su porche y todo. Allí nos dieron las tantas y certificamos que había sido una gran noche.

Tres horas. Eso fue lo que dormí esa noche. Noche dura para todos, por el frío y porque parece que alguien estuvo cortando encendido con los pulmones un buen rato. Tengo que decir que a pesar de las acusaciones de algunos de mis nuevos amigos, yo escuché más de un bicilíndrico por allí. El caso es que la resaca era proporcional al disfrute anterior. Nada nuevo y nada que un par de cafés y un espidifen no puedan arreglar.


Al mediodía nos fuimos a Tres Cantos y nos instalamos en el asilvestrados headquarters. Las tapitas y las cervezas eran obligadas para resucitar, había que estar medio presentable para todos los nuevos amigos que iban llegando. La charla de Miquel iba a ser en La Casa de la Cultura, muy cerquita del que ya era nuestro bar, así que aparcamos las motos pronto en la plaza del Ayuntamiento para despreocuparnos de ellas por unas horas. La mayoría que iban llegando eran de corte rutero, y BMW ganaba por goleada. Las deportivas éramos minoría, e italianas ni te cuento.

Algunos compañeros ya habían montado el chiringuito para adquirir los pases, camisetas y libros de nuestro explorador. Libros ya los tenía todos, pero la camiseta era obligado pillarla. Y que me perdone Miquel, pero me hacía especial ilusión esa camiseta por la silueta de nuestro querido JC. Con el pase lo clavaron porque me tocó el 27, como el dorsal de mi piloto favorito. Me gusta.


Tras una animada tarde llegó el momento en que apareció Miquel Silvestre escoltado por otros amigos grandes viajeros. Aparcó su moto junto a la Princesa, la BMW R80 GS del ’92 protagonista de su libro Un Millón de Piedras. Y lo que vimos todos fue a un tío realmente emocionado y abrumado por un recibimiento tan caluroso. Creo que no se imaginaba que la gente le tuviese tanto cariño. Pero así es, amigo.

Tras un buen rato de fotos, abrazos y charla pasamos al salón de actos. La presentación de Silvestre realmente no tuvo guión. Con algunos de sus videos de fondo, nos estuvo contando los pormenores del viaje y proyectos futuros, y respondiendo a las preguntas que le íbamos haciendo. La verdad es que fue muy divertida, entretenida y emotiva. Para finalizar se proyectó un video homenaje a Juan Carlos y otro con fotos enviadas por todos nosotros, con sus libros o pegatinas en nuestras motos. Ya de noche, salimos fuera y culminamos con el gran salto por JC que veis en la portada. Había merecido la pena venir.


Mientras Miquel se quedó firmando libros en la plaza, unos cuantos nos fuimos… sí, a beber cerveza. Ya le pillaríamos en el camping. Eso sí, fuimos buenos y no nos liamos demasiado. Nos quedaba una noche y mejor darlo todo con la moto aparcada.

El panorama de la noche del sábado en el camping era el mismo que el del viernes, pero con más gente y con la presencia de Silvestre. Al pobre cuando llegó lo abordamos para que nos dedicase nuestros libros. Bendita paciencia. Yo llevaba los seis y al final sólo le di dos porque no quería agobiarlo mucho. Muy grande su dedicatoria de las piedras, recordando el post Moteros sin moto. Gran memoria. Detallazo. Espero que pronto me dedique los otros cuatro. La verdad es que fue cercano y cariñoso con todos nosotros, y eso se agradece cuando viene de un tío al que admiras, en mi caso, más que por su faceta aventurera, por su prosa magnética, cruda y cultivada.


Una vez más ni la presencia de Miquel nos libró de que nos echaran del bar. Plan B: nos salimos fuera del camping. Con unas cuantas botellas de vino, por supuesto. No tardamos en formar un corrillo y comenzar a contar aventuras y más de un chiste. Tras un buen rato allí, un grupito de invencibles no pudimos rechazar la llamada de los compis que se resistieron a salir, pero que seguían de juerga en modo silencioso. Y aunque lo estoy contando todo, lo que pasa en la jaima, se queda en la jaima.

Dos horas. Eso fue lo que dormí esa última noche. Y ni idea de si alguien estuvo al ralentí, caí como un tronco de esos que salen en el reality de leñadores. La resaca era tan monumental que decidí no ir de ruta a la Cruz Verde con Miquel y algunos compis. Me dio rabia, pero tenía la ingrata labor de despejarme a base de cafés y una ducha fría. Debía desmontar el campamento y volver… no, volver a casa no, volver a la carretera y seguir de ruta. Días de despeje mental y destino incierto con mi querida Mille me esperaban, pero eso es otra historia.


Miquel, ha sido bonito. Realmente bonito el fin de semana. Te mereces nuestro cariño y nuestro respeto por tus obras, por contarnos tus viajes, pero, ¿eres consciente de lo que conseguiste ese fin de semana? Además de llenar de ilusión el alma de muchas personas, has hecho que seamos amigos, que estemos en contacto y deseando hacer rutas juntos, vernos de nuevo. Incluso muchos pensamos que deberíamos hacer que el espíritu de Tres Cantos reviva cada año en torno al 15 de septiembre… Simplemente, gracias.

Very good, very good my friend.


NOTA: Excepto el de Miquel Silvestre, no he querido usar nombres propios para no cometer el error de olvidarme de alguien. Hubiese sido injusto porque sois todos cojonudos, del primero al último. Y chicas, estáis incluidas en ese todos, ¿eh?

FOTOS | Jonathan Alonso Fotografía (1&8), Miquel Silvestre (2), Xavier López Roca (3), Isimac Piedras Doradas (5&6&7).


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